Tú eres el peligro
Y hay algo de estar rodeada de ellas que se siente bien, que repara, que restaura.
Miras al cielo, son casi las seis de la tarde y la luna ya está ahí. Ese anticielo de la ciudad de México que adoras y odias porque con ese recorte de azules y grises y rojos no se puede hacer otra cosa que sentirse amada y herida.
También están los helicópteros, los drones. Y tú miras.
Estás sudando, hace casi cuatro horas que caminas junto a miles de mujeres, 75 mil dicen algunos conteos. Caminas y bailas y cantas y gritas y te llenas de esperanza y luego, ¿cómo negarlo?, también te llenas temporalmente de miedo. Cuando ese trueno revienta y luego viene el humo y todas corren en sentido contrario y no te queda más que correr con ellas para que no te arrollen a su paso.
Ya cantaste que no quieres ver una asesinada más, que con ropa o sin ropa tu cuerpo no se toca, que quieres ver vivas a las que no vas a ver vivas nunca más porque las encontraron –o partes de ellas– flotando en el río de los Remedios, en el Gran Canal, en un rastro en Sonora, en un cruce de Tecámac, e…
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