¿A dónde vamos a parar?
La curiosidad infantil es una esponja que hay que llenar de pura buena vibra aunque el mundo se esté cayendo
No les voy a mentir, la columna de este mes me costó mucho trabajo escribirla. Admito que me da coraje porque este es el espacio en el que más me gusta expresarme. Es sólo que hay tantas cosas en mi cabeza… quiero contarles todos los temas que traigo y me llega tanta información que, de verdad, no logro concentrarme en una idea, y cuando eso pasa siempre pienso en la canción de Marco Antonio Solís (vean el video).
Por un lado, está el día a día. Despertar, hacer el desayuno, trabajar, ir a eventos de prensa, pagar cuentas, hacer impuestos –querido SAT, ya mero me pongo al día con saber mis ingresos/egresos del último trimestre–, medio leer los 600 mensajes de WhatsApp (no es exageración, los y las que estamos en grupos sabemos cómo es eso), cobrar y medio hacer labores del hogar. Por otro, está mi profesión: periodista de tecnología. ¡Hay tantos temas por investigar! ¿Qué onda con la dismorfia digital?, ¿Qué pasa con la cancelación de la cultura?, ¿Qué hay de la toxicidad di…
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