Morir para salvar la vida
Sentir donde el dolor, la pérdida y el duelo no son determinantes, dejan existir y hasta refuerzan la vida, la hacen mejor, nos hacemos mejores.
Por Diana J. Torres
Hace casi diez años que llegué a México. Ya había estado antes (una novia de Nogales me embrujaba de vez en cuando para cruzar el charco), pero nunca con la intención de quedarme. En 2011, tras el suicidio de una de las personas más importantes en mi vida, muchas cosas dentro de mí se murieron con ella. Adolorida, desconcertada y harta de la tristeza infinita que me producía seguir en Barcelona empecé a pensar en una vía de escape. Sé que va a sonar estereotípico, pero México me llamó. De pronto empezaron a caerme propuestas para ir allá, invitaciones de amistades mexicanas, y otros pequeños sucesos en los que de pronto sentía que México estaba por todas partes, en cada detalle.
En noviembre de 2012 hice, por vez primera, con ayuda de una compa mexicana, un altar de muertxs en mi casa (lugar donde mi amiga se había quitado la vida) y eso fue lo que me hizo zanjar la decisión de marcharme. Lloré un mar en esos días: cuando lo estaba armando, cuando empecé a alimentarl…
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