Por Diana J. Torres
Me ocurrió algo insólito en mi vida, algo que sorprendentemente a mis 41 años aún no me había pasado: ¡un señor me agarró la nalga! Normalmente a mí, estás mamadas no me suceden porque para el macho acosador, para su obtusa mirada, no me le hago apetecible o de plano piensa que soy vato. Es por eso que me he tardado un par de semanas en procesar lo sucedido y en saber siquiera cómo esto me hace sentir.
El caso es que el tipo en cuestión no es cualquier persona sino un señor de 82 años cuya residencia para nuestra desgracia se ubica arriba de mi negocio, es decir, a huevo tengo que verle la cara todos los malditos días. La noche que me metió mano yo andaba en chinga corriendo de un lado para otro, trabajando pues. Y cuando volteé ya traía la mano cerrada para clavarle un buen puñetazo en la jeta. Pero me contuve y solo fui capaz de gritonearle que qué onda.
Me dio muchísimo coraje que cuando le reclamé y le dije que no se le volviera a ocurrir tocarme n…
Keep reading with a 7-day free trial
Subscribe to OPINIÓN 51 to keep reading this post and get 7 days of free access to the full post archives.