Hablo de tecnología y huiré de la tecnología
Vivimos en tiempos de hiperconectividad. Pero no por eso es lo más sano.
Escribo esta columna a las 12:40 am mientras disfruto cada bocado de la última rebanada del pastel que escogió una de mis hermanas para celebrar su cumpleaños. Es panoso, de tres leches, bien mojadito, cubierto de cajeta. Frío. ¡Una delicia! No es que a diario haga esto, ya me estoy imaginando la cantidad de azúcar que corre por mi sangre en este momento -y la que se va a acumular en mi nueva panza pandémica- pero, ¿cómo iba a desperdiciar este manjar si mañana tengo que estar en el aeropuerto a las 6 am? Tampoco es que yo sea una irresponsable y esté entregando tarde esta columna. No, queridas lectoras y lectores. Lo que sucede es que me voy de vacaciones y no quiero conectarme. ¿Conectarse a qué? Se han de preguntar ¿Acaso tiene un enchufe como si fuera un coche eléctrico? ¿Tal vez se siente un electrodoméstico? ¿Quizá el nuevo trailer de The Matrix: Resurrecciones la hizo sentir en otra realidad? Qué extraño es saber que en estos días, todos, menos los niños que todavía no son tec…
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