La anacrónica costumbre de esperar la verdad
¿Qué pasó? ¿Por qué ahora es tolerable que desde el poder nos mientan todo el día sin ninguna consecuencia?
Hace algunos meses terminé una relación con un hombre que me mintió en todo. Mi instinto siempre me dijo que las cosas no cuadraban, que no checaban, que me estaba mintiendo. A pesar de eso, hasta que no tuve la certeza, no terminé la relación. Es más, todavía habiendo descubierto la verdad (muchas verdades porque las mentiras ocurrían todo el tiempo), seguí involucrada, incluso enamorada de él un par de meses más.
Ahora, a la distancia, pongo todo tipo de pretextos para explicar mi comportamiento, pero lo cierto es que lo único que puedo decir con honestidad es que quería creer que por lo menos el cariño había sido real. La pandemia ayudó: el aislamiento del mundo, la incertidumbre que nos impuso, pero no fue suficiente. El momento en el que dije “basta”, fue cuando me invitaron a un ensayo de entrevista para un candidato de la beca Fullbright. El ejercicio buscaba ponerlo en una situación que emulara la entrevista real, en donde sería cuestionado sobre sus habilidades y capacidades.
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