Del derecho a disentir hasta equivocarse
¿De verdad estamos más cómodos obligando el silencio, el humor que nos satisface, la reflexión que nos halaga?
Escribo esta columna mientras en el fondo suena la comedia Seinfeld. Fue una de mis series favoritas a principios de siglo y apenas he regresado a ella hace un par de semanas. La miro con un asombro casi infantil. No puedo creer lo mucho que en cierto sentido ha cambiado el mundo en estos 20 años. Sé que la mayoría de sus chistes hoy no serían aprobados. Es más, ni siquiera pasarían por la mente de un creativo. Al mismo tiempo, la mayor parte de las bromas siguen vigentes porque, si bien el mundo ha cambiado narrativamente, en términos materiales lo ha hecho muy poco. El que sigan siendo incómodos revela que anularlos no resuelve los problemas en los que descansan.
Escribo esta columna también con cierto temor. Desde hace algunos años quienes nos dedicamos a escribir lo que pensamos debemos tener cuidado. No sólo en columnas de opinión. Un tuit, un chiste, una frase puede ser causa de una cancelación masiva en redes sociales. Cualquier cuestionamiento fuera de los valores políticament…
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