El que no conoce Los Ángeles no conoce México
Noches de baile, desayuno en el Sanborns de la esquina y autobús a la UNAM para tomar clases. Divina juventud.
Hace años que no iba a bailar. La última vez fue días antes del confinamiento y me había hecho tanto bien esa noche que pensé que debía repetirla muchas veces. Nunca sé si bailo correctamente, “como mandan los cánones”, diría el clásico, pero una vez que se me quita la timidez trato de recordar esas clases de jazz en avenida Universidad en donde aprendí a coordinar los pies con la música o a girar sin marearme a la primera vuelta. Debo confesar que alguna vez pensé que podría trabajar bailando porque llevaba muy mal lo de la escuela y me encantaba ir a un antro en donde lo más cool eran las bailarinas en las jaulas y el DJ que hacía retumbar las paredes con su “punchis-punchis”, y debido a que fue el primer lugar en donde me ofrecieron trabajo: ¿te interesaría bailar aquí de miércoles a domingo? Nunca olvidaré la cara de mi papá cuando le dije y pues ahí quedó todo; seguí yendo como clienta hasta que cerró. Noches de baile, desayuno en el Sanborn’s de la esquina y aut…
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