Dos ojos, cien. Cien mil lágrimas
Antes, en México hacíamos analogías de estadios llenos de basura, o de pet, o de árboles talados. Hoy llenamos el graderío de muertos, de desaparecidos.
Para dar continuidad a la trayectoria histórica mexicana, incorporamos un banco más: pedacería de camisetas blancas percudidas, de labiales usados, de cepillos de dientes. Tome usted un peine amarillo huevo y retire cuidadosamente la hebra: aguante la respiración. No derrame esa lágrima. Necesitará energía para buscar a su hijo y volver a acariciarle el pelo, como cuando era niño.
No llore, mujer. Nos incomoda. No sabemos qué decirle:
"¿Lo vamos a buscar?".
No lo vamos a buscar.
"¿Lo vamos a encontrar?"
Quizá sí.
Quizá no: misteriosos son los caminos del Señor.
No es que no queramos: no nos alcanzan los binoculares, ni el presupuesto, ni las carreteras. No nos alcanzan ni las patrullas, ni los peritos, ni las gavetas, ni los forenses.
Antes, en México hacíamos analogías de estadios llenos de basura, o de pet, o de árboles talados.
Hoy llenamos el graderío de muertos, de desaparecidos.
Prepárese, la fila será larga. Que vengan el padre, y la madre y los h…
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