Laura, la impostora*
Cuando los ideales del yo, que son los ideales de los padres, son muy altos, la tendencia a la depresión aumenta. Son constantes los duelos que hay que hacer por no poder cumplir con las expectativas.
A Laura la conocí vía virtual mucho antes de la pandemia. Estudiaba su doctorado en Estados Unidos. Me buscó porque se sentía incapaz de dar lo que se necesitaba para tener un lugar en una comunidad científica, altamente competitiva y misógina. Había pocas mujeres liderando los proyectos de investigación en los que colaboraba. Ella es una mujer inteligente, introvertida, con un rostro dulce y ojos enormes que desbordan una mezcla de ternura y preocupación. En la primera etapa de nuestro trabajo juntas era frecuente hablar del sentimiento de no sentirse suficiente y de dudas sobre su vocación por la investigación. Dudaba de sí misma como forma de existir en el mundo. Sufría casi ataques de pánico cuando se aproximaba la presentación de sus proyectos y pensaba que era un milagro que hubiera llegado tan lejos con tan poco talento.
Laura creció como una extensión narcisista de sus padres, que la tenían en un lugar muy especial siempre y cuando fuera una niña bien portada, perfecta y obedi…
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