¿Otro día para morir? ¿O sin tiempo para?
Bond, James Bond, es el ícono de un estereotipo que ya ha caducado.
Mi abuelo Gonzalo tenía tres hermanas: Graciela (Chelita), quien fue madre soltera y trabajó durante años en el periódico ‘El Sol del Centro’, allá, en el merito Aguascalientes. La recuerdo con cariño, aunque murió cuando yo aún era una niña. Lilia, la de en medio, fue de las primeras sobrecargos cuando iniciaba la aviación comercial y se casó con Ricardo, un norteamericano veterano de la guerra de Corea, quien perdió una mano en combate. Vivieron en Hawái y en Los Ángeles y por las anécdotas que se cuentan, tuvieron una vida por demás variada, viajada e interesante. Y finalmente, Josefina (Chepa), quien nunca se casó porque esperaba que se la robara un marqués en un caballo blanco (anhelo que la dejó esperando sentadita y virginal en su casa ubicada en el corazón de la tierra de la gente buena).
Las tres, a cual más de simpáticas, amorosas y generosas con sus siete sobrinos, parejas y casi dos decenas de chamacos (así, es).
Lilia y Chepa amaban ir al cine y era un deleite escucharlas…
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