Desde la trinchera del fuego
Las diosas mexicanas —las que tienen serpientes en las faldas— nos eligieron por género para hacernos de maíz, grano sagrado que se convierte en harina fuerte y consistente.
Por Martha Ortiz
Ser mujer en México no es platillo fácil. Ya seamos cocineras, estudiantes, politólogas, empresarias, abogadas, artistas, escritoras, videntes, hechiceras, ingenieras, bordadoras, maestras, artesanas, lo que importa no es la profesión ni el oficio, pero sí la valentía de habernos cocinado a fuego lento. Despacio y con cadencia, como si fuera música, con la flama azul que nos acaricia, pero que por los tiempos tan prolongados nos deja esponjosas, jugosas y valientes. Es decir, vale la pena el tiempo de cocción.
Por si fuera poco, las diosas mexicanas —las que tienen serpientes en las faldas— nos eligieron por género para hacernos de maíz, grano sagrado que se convierte en harina fuerte y consistente. De mil colores y sabores, como el reflejo de un ciclo solar, nocturno o diurno. Blancas, rojas y negras, y también jaspeadas, como los suspiros prolongados que mezclan la ternura y la fuerza.
En una cocina, entre la lumbre y el humo, los abanicos de palma y los so…
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