La madre del año
El Día de la Madre tiene sus orígenes en las ceremonias paganas de la antigüedad en que se honraba la fertilidad y la capacidad de las mujeres para dar vida.
Miro, huelo y siento a mi alrededor el festejo nacional que se avecina: ofertas de viajes, sesiones de spa, joyas, ropa, calzado y perfumes, para llegar hasta la consabida licuadora, aspiradora y demás artefactos para hacer el trabajo de casa más llevadero. Lo habitual son flores y chocolates, que escasean por esas fechas. Hace algunos años me ofendían ese tipo de regalos, porque pensaba que hundían aún más a las mujeres en el trabajo doméstico. Con los años aprendí a no indignarme por lo que hagan o dejen de hacer los demás, en especial porque tengo a una mujer que me ayuda en casa, no solo a limpiar, sino con la crianza de mi hija y que adora estrenar sartenes, ollas y electrodomésticos para esa fecha.
Hubo una época en que yo ni era madre ni tenía madre (habrá quien crea que nunca tuve, pero sí, alguna vez) y el festejo lo veté por tener instalada la amargura de ambas situaciones. Más tarde la vida me hizo madre y me permitió recordar a la mía en una fecha en que la …
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