De revocaciones y otros conservadurismos liberales
Se le metió en la cabeza que la voluntad del pueblo está por encima de la ley y por ello es lícito violar la ley para escuchar al pueblo.
Por Mónica Hernández Mosiño
El señor presidente, bajo de estatura y con unos pantalones que le quedan grandes, se pasa la mano por el pelo, peinado de raya a lado y acomoda los cada vez más escasos cabellos. Sabe que nunca será calvo, porque los varones de su raza no producen hombres pelones. Mete las manos en los bolsillos, donde se le pierden los dedos flacos y levanta la barbilla, mientras se enfila por un pasillo del palacio nacional, que un día fue el palacio imperial y antes aún, palacio virreinal. Es el único lugar digno de la imagen que tiene de sí mismo, mucho más alta que él.
El señor presidente está de mal humor. La oposición, esos conservadores molestos, lo atacan sin tregua y él defiende con fiereza sus ideales, sin un mínimo margen de tolerancia hacia todo aquello que vaya en contra de sus razonamientos, producto de su época y también de la historia reciente del país. El hombre sabe que posee un talento mediano, una capacidad limitada pero lo que so…
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