Esas tontas
De golpe entendí que la autoestima se va minando como quien hace un hoyo en la arena.
Alguna vez le leí a Marcela Lagarde que a las mujeres nos pasan cosas y tardamos 20 años en darnos cuenta. No sé si lo siguiente era el sentido de sus palabras o sólo obedecía a mi interpretación. Sin embargo, entrego aquí un pequeño listado de las cosas insignificantes que tardé más o menos 20 años en darme cuenta.
Quizá es 1987, estoy en clases de computación, aprendemos a hacer círculos con ceros y unos, mi compañero de computadora voltea a verme, pone cara de asco y me dice: “Wayk, tienes bigote”. Durante toda la semana siguiente intenté ocultarlo con unas sombras para ojos color blanco; mi mamá me dijo antes de llegar a la escuela: “tienes restos de leche en la boca”, y lo limpió con su mano. Al día siguiente intenté con sombra café, y ella otra vez me observó: “ahora te dejaste leche de chocolate”, y lo volvió a limpiar.
Debe ser 1989, en el patio de la escuela, en el centro una cancha de futbol que era siempre ocupada en el recreo por los niños y Azucena. Bueno, a Azucena le daba…
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