Es culpa del algoritmo
Culpar al algoritmo de todo se ha vuelto no solo un pretexto, sino el camino fácil, al cual ya ni nos resistimos, para que pasen cosas en nuestras vidas. Cosas malas en muchos sentidos.
Por supuesto que yo también vivo aterrada de que si se me ocurre decir en voz alta, incluso en mis pensamientos, que quiero ir a la playa, la próxima vez que entre al Internet —en cualquiera de sus formas— aparecerán anuncios del hermoso sol de Los Cabos o alguien me mandará algún mail diciéndome que no he vivido hasta que vaya a las playas nudistas de Grecia (algo habré dicho por la parte nudista) pero ha llegado el momento de parar por un momento ese tren de la paranoia y responsabilizarme por, al menos, ciertas cosas.
¿Cómo llegué a esta conclusión? Una serie de eventos no tan desafortunados pero sí un poco vergonzosos. Como el otro día que vi un espectacular en Periférico que anunciaba galletas de fibra para bajar de peso justo cuando estaba batallando por poner a trabajar a mi intestino. Una disculpa, por cierto, al señor del Uber a quien seguramente asusté al gritar hacia el cielo, “¿Et, tu vialidad vehicular?”. Pero eso no pasa de un breve derroche de drama tipo
Keep reading with a 7-day free trial
Subscribe to OPINIÓN 51 to keep reading this post and get 7 days of free access to the full post archives.