Mi corazón que intentó ser cachanilla
Gracias, Mexicali. No me arropaste pero me enseñaste con tu diversidad lo mucho que me iba a gustar conocer gente y probar comida de todo el mundo.
«Si quieres hacer patria, mata a un chilango» … si me hubieran contado que decían esa frase en algún lado, no lo hubiera creído por supuesto, pero fue algo que escuché y leí en las calles de la tierra que nunca me adoptó cuando llegué a vivir a Mexicali a los once años.
Mi papá nos insistió mucho antes de que lo alcanzáramos allá, en que, cuando nos preguntaran a mis hermanos o a mí de dónde éramos, la respuesta nunca podía ser: del DF. Teníamos que especificar que vivíamos en el Estado de México y eso solo si de verdad a alguien le interesaba, y siempre omitir en dónde habíamos nacido. Por supuesto me parecía ridículo y no entendía por qué tanto alboroto.
Durante los años que viví allá me enteré que mi mamá era fanática de los restaurantes chinos, muy raro porque nunca en mis años anteriores había notado que tuviera una preferencia particular por algún tipo de comida, pero resulta que no era cualquier comida china, era la original y típica cocina oriental pues los dueños…
Keep reading with a 7-day free trial
Subscribe to OPINIÓN 51 to keep reading this post and get 7 days of free access to the full post archives.