Temo aburrir y que no me lean, pero este es mi último relato del año. Esto es parte de lo que soy: alguien cuya actividad profesional es casi incomprensible para cualquiera que no sea mi colega. Perdí la cuenta de las veces que pacientes, familiares y amigos me preguntaron cómo hago para recordar tantas historias. Para olvidar momentáneamente a un paciente para recibir 10 o 15 minutos después al siguiente. Que cómo es eso de que la palabra cura. Que cómo hago para seguir con mi vida sin llevarme a los pacientes del consultorio a la casa.
Mi trabajo consiste en escuchar historias. Deseos cumplidos y frustrados. Fantasías íntimas, miedos infantiles, sueños recurrentes, amores imposibles. Todo lo guardo en secreto. También atestiguo los duelos en vivo, a colores y muy de cerca. A veces soy la primera llamada del paciente que acaba de perder a un ser querido o que decidió separarse. Acerco la caja de los kleenex y acompaño el llanto que a veces es grito, a veces unas lágrimas bajando por…
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