En busca de nuestra memoria gráfica
Aún no hemos entendido que todo aquello que forma parte de nuestra propia memoria urbana será también histórico y debemos preocuparnos por su conservación.
Hay un espectáculo nocturno que me ha maravillado desde la infancia: el anuncio de neón de la fábrica de Baco. Esos breves segundos en los que alcanzo a ver aquellos útiles escolares encenderse de colores y cobrar vida han sido desde entonces parte de mi experiencia como capitalina; simplemente no concibo pasar por ahí bajo la oscuridad sin voltear a buscarlos. Como ese, hay muchos otros anuncios que forman parte ya de la memoria de la ciudad, aunque muchos de ellos, lamentablemente, han sido retirados para dar paso a formas más nuevas de publicidad o, peor aún, son daño colateral de la destrucción de inmuebles que, como ellos, evocan la estética de una época remota.
Recuerdo la primera vez que pasé por el edificio Ermita tras la remoción del anuncio de Coca-Cola que desde tiempos inmemoriales — al menos para mí — había decorado su imponente fachada triangular. Fue como si algo muy personal me hubiera sido arrancado. Ahora, transitar a su lado jamás será lo mismo. Me imagino que así d…
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