“Lo que me hizo Saúl Huerta cuando era apenas un niño (15 años) provocó que mi cerebro o mi memoria desconectaran ese episodio en mi vida. Creo que por eso pude continuar, pero el daño sigue ahí, no se ha ido nunca y lo descubrí porque después de mucho tiempo y cada vez que intenté gozar de mi sexualidad su fantasma me miraba y se carcajeaba de mí, y yo odiaba el acto.”
“Nunca pude expresar cómo me sentía. Mi mujer no lo sabe, pero ella, amorosa desde siempre, me tuvo paciencia y me abrazó cuando lloraba.
“Ni sé por qué se lo estoy contando a usted, pero quiero decirle también que nunca tuve los huevos para denunciarlo, como el joven al que usted apoyó. Gracias por eso”.
– ¿Y por qué no lo denuncia ahora? Lo acompaño –propuse.
“No, las autoridades son un asco, los medios, una basura. Las víctimas somos carne de cañón para su rating y cuando todo eso acaba regresamos a casa como salimos: solos. Ahora soy abuelo y qué pinche vergüenza que sepan que ese “hijo de puta, bastard…
Keep reading with a 7-day free trial
Subscribe to OPINIÓN 51 to keep reading this post and get 7 days of free access to the full post archives.