Yo también
En la medida en que dejemos de normalizar el abuso, tendremos la capacidad de vivir en una sociedad más segura para todas y todos.
Entre los recuerdos más preciados que tengo de mi infancia están los que viví con mi familia materna. Mis abuelos vivían en una casa hermosa en la calle de Calero en la colonia San Ángel, con un gran jardín que sirvió para que mis primos, mi hermano y yo pasáramos momentos maravillosos, puedo asegurarles que no había cosa que mis abuelos disfrutaran más que tener a toda la familia reunida ahí; era uno de nuestros lugares seguros.
En la parte lateral de la casa había un pasillo que llevaba de la cocina a los cuartos donde vivía el personal de servicio. Una de esas habitaciones era la de la cocinera, una mujer que llevaba toda su vida trabajando con mis abuelos y a la que le habían dado “el beneficio” de tener a su único hijo viviendo con ella.
No pasaba de 5 años y sin embargo, puedo recordar perfectamente el camino a ese pasillo y sobre todo a ese cuarto, el ritual era el mismo cada vez.
Luis cerraba la puerta y me daba un guante negro como de piel que me hacía colocar en una de mis mani…
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