Es domingo por la mañana. Mientras paseo al perro y hacemos nuestro ejercicio de escucha matinal –disculpen, pero hay hábitos y despertar temprano permite escuchar una ciudad en calma– caminamos entre cantos de aves que se intensifican o se atenúan conforme avanzamos entre las construcciones; el sonido se refleja o se absorbe entre la vegetación y los edificios, no hay una sonoridad plana. Mientras esto sucede voy pensando en algunos de los cuestionamientos hechos el pasado sábado en el conversatorio “Bájale tres rayitas a tu ruido”, al que fui invitada: ¿es posible desactivar el sentido auditivo? ¿Se puede elegir qué oír?
El oído funciona de manera permanente, está expuesto las 24 horas del día a una enorme cantidad de información que procesamos sin siquiera percibirlo. Incluso cuando dormimos estamos expuestos al mundo sonoro y por eso la insistencia en cuidar del ruido, ese intruso que parece llenar todo con su presencia, los horarios de sueño. Cuando esto no es pos…
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