Caminemos hasta la embajada de Rusia –me dijo una amiga al terminar la marcha del 8 de marzo la semana pasada–, alguna ucraniana debe estar ahí afuera, vamos a acompañarla. Después de recorrer Reforma de ida y vuelta, no sólo me sorprendió, me conmovió la propuesta. ¿Qué resultaba más poderoso en la invitación? ¿El activismo o la emoción? ¿Manifestarse en contra de la invasión a Ucrania o acompañar a las mujeres ucranianas que estaban solas? Lo poderoso radicaba en que no podía ser el uno sin la otra, se contenían. “Lo personal es político”, dijo en 1969 Carol Hanish en un artículo que resulta fundamental para entender a las mujeres en procesos políticos. Acompañar la soledad de esa ucraniana era personal y, al mismo tiempo, un acto profundamente político. Hoy llega aún más hondo: además de político, también es internacional. Un asunto que parece pequeño, tal vez hasta sutil, afecta la política del mundo.
Miss Ucrania, esa fue la primera mujer ucraniana que vi en l…
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