Generalmente tememos a la soledad y en respuesta nuestro instinto busca compañía.
Y es que así fuimos programados, por generaciones. Nos implantaron la idea de que solo en “compañía” se podía alcanzar plenitud; incluso hoy existen personas que siguen pensando que si después de los cuarenta no te has casado eres una SOLTERONA quedada sin oportunidad de encontrar la felicidad; y el sistema social puede ser abrumador, créanme, tengo 45 años y “nunca me casé”, incluso fui testigo de la evolución de la pregunta mientras pasaban los años de ¿Estás casada? a ¿Nunca te casaste? Y así poco a poco por aquí y por allá van minando los comentarios, mismos que en muchas personas sí ejercen tal presión que terminan eligiendo equivocadamente.
A veces nos aferramos a lo que soñamos, a lo que idealizamos desde jóvenes, a lo que se nos dijo era el camino a la felicidad, y terminamos donde no hay equilibrio, donde no hay pareja, donde no es recíproco el amor, donde las ganas o la intención de un solo lado…
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