Cambió el gobierno, se inventó un discurso, cambió el color, se sentó junto a los héroes de la patria, convenció a la población, apostó por algo llamado “transformación”, embistió feroz contra opositores, la academia, corruptos comprobables y por comprobar, los sospechosos de siempre, editorialistas, periodistas, comediantes, sociedad civil, padres de pacientes, despidió a burócratas, borró la experiencia y, después de todo, la delincuencia seguía ahí, más fuerte que nunca.
Basta con hojear los diarios estos días: la delincuencia organizada controla puestos de tianguis y mercados en el Centro Histórico. Otra vez, una madre de desaparecidos pide clemencia a la delincuencia organizada para que le permita regresar a su tierra, no a hacer justicia, no a encontrar culpables, sino a poder rascar entre la tierra para encontrar los restos de lo que fueron sus hijos. La autoridad ha perdido todo papel de interlocutor, se le pide permiso a la delincuencia, porque es quien manda. Una mujer es rap…
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