Cuando el matrimonio y la reproducción dejaron de ser el único destino legítimo y lugar de la idealización, aparecieron otros deseos, otras posibilidades de vidas más libres, pero también de otras fantasías. El compromiso eterno de la frase imposible hasta que la muerte nos separe, se convirtió en anhelo de felicidad, realización y crecimiento perpetuo. Se trata del efecto pendular que oscila entre el espíritu conservador y la aventura liberal. Hoy en día el deseo más común es ser feliz y si no se consigue, hay que abandonar esa relación que no sirve para alcanzar el máximo potencial, el sueño realizado de la felicidad. Como si no fuera posible un término medio entre las cadenas del matrimonio para siempre y las relaciones líquidas de las que se huye tan pronto empiezan a complicarse.
El divorcio es sin duda una conquista social, pero el argumento de que es preferible para los hijos que los padres sean felices cada uno por su lado, es más un deseo que una realidad. La ver…
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