Nadie debería ser infiel si puede establecer una relación abierta, pactada como la forma ética de ser no monógamo. Que alguien elija mentir y ocultar su dificultad para tener solo una pareja hace menos sentido que nunca. El viejo modelo de infidelidad era masculina y consistía, hace décadas, en tener una casa chica con una señora y a veces, otros hijos. El nivel de compromiso económico y afectivo de tener dos familias casi terminaron con esta forma de infidelidad.
La otra forma más común era tener una relación oculta que consistía en sexo una vez a la semana, los jueves, en un hotel o en la casa de uno de los dos, que estaba soltero y que se sentía transgresor por estar con una mujer casada y jugar con la idea de romper la santidad de la institución matrimonial. Así lo dicen hombres y mujeres: los excita el secreto, el triángulo amoroso, el Edipo mal resuelto que se manifiesta en la búsqueda de relaciones basadas en la envidia y en el deseo de ser elegidos por encima de l…
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